Que cosas te llegaban de tu colegio

Lo que me llegaba de mi colegio era mi colegio. Era un colegio católico, en el cual contrataban a profesores allegados al cura con plata de nuestros impuestos (cabe recordar que todos los colegios Católicos reciben plazas de profesores pagados por el Estado, aún cuando estén cobrando pensiones muchas veces exorbitantes). Profesores buenos, los menos, y eso me llegaba a mí, un ratón de biblioteca. No dejo de recordar las veces que discutía con los profesores por su falta de información en la clase. Para darte un par de ejemplos: por ahí, en primaria, uno que aseguraba que las ballenas pertenecían a la clase de los peces; otro que decía que el huevo era un tejido y no una célula (es más, negaba la existencia de células macroscópicas, a pesar que el propio libro de la editorial Santillana propugnaba la clasificación de células por tamaño en microscópicas y macroscópicas); también con quien discutí airadamente porque pretendía invalidar mi respuesta por haber empleado el término multiverso en vez del oxímoron universo paralelo; luego otro que aseguraba que la masturbación era un acto condenable de egoísmo; aquél otro que intentó exorcizarme por hablar sobre Marx, citar que el capitalismo viene al mundo en un baño de lodo y sangre (y comparar los preceptos de vida cristianos con la propuesta marxista); vapuleado por otro profesor que se creía el muy hippie cantando Imagine pero se ofendió ante mi disertación sobre la línea "imagine no posessions" y su contraposición con las costumbres de la iglesia católica; y sí, las amplias disertaciones dogmáticas sobre las falsedades y contradicciones (notorias) entre la doctrina del Vaticano y la doctrina bíblica; y con los profesores de filosofía, ni qué decir (mientras ellos iban en la dialéctica socrática, uno ya estaba llegando a Derrida al que ni habían oído nombrar); también una discusión con la profesora de psicología sobre la superioridad evidente del psicoanálisis lacaniano frente a otras escuelas (a lo que sólo atinó a responder con autoritario silenciamiento, pues era evidente que o bien era muy fanática de Freud o bien desconocía a Jacques Lacan); y cuando estaba en el último año que cursé ahí (no terminé la secundaria en dicho colegio), el director en persona era profesor de un par de cursos (incluyendo filosofía), con quien empecé diciéndole que su pretensión de tratar el catecismo de la iglesia a un nivel igual o superior que la Biblia estaba proscrito según apocalipsis 22:18, y creo que ahí ya el conflicto escaló y se me pasó la mano cuando alcé mi voz de protesta -biblia en mano- contra la Iglesia Católica, sus intromisiones en la vida política de la nación (a pesar que Jesucristo dijo bien claro que había que dejarle al César lo del César), el ocultamiento deliberado de pederastas (y la sentencia de Jesucristo a lanzarlos al río atados a la piedra de un molino) y la doble moral que implicaba la santificación del maniqueo de Hipona a pesar de sus continuas orgías y borracheras, y la gota que colmó el vaso de la discusión fue cuando hablé sobre los innumerables fetos que son continuamente hallados en distintos conventos alrededor del mundo, terminando con una afirmación exaltada de por qué Jesucristo, de venir mañana, el último lugar que visitaría sería alguna basílica católica, rematada con una expresión (hiperbólica, además) «mientras tanto el Papa vive de espaldas al mundo en su jacuzzi de oro en permanente orgía con las monjas haciéndole la competencia a Hef» (por cierto, curioso que un cura dedicado a la supuesta contemplanción de sus doctrinas antisexo captara y entendiera rápidamente la referencia al ex-propietario de Playboy).
Así que, en general, el colegio me llegaba en sí mismo, y porque veía en él que uno nace sabiendo hasta que va al colegio. Desafortunadamente, colegios que valen son pocos, y más desafortunadamente, no están al alcance de cualquiera.