MI ABUELO Hola, abuelo, ¿hace cuánto no te digo lo que siento por ti? ¿Ha pasado mucho tiempo, verdad? Tal vez mis sentimientos no importen ahora, pero quiero decirlo: Te quiero. Mi papá dice que me parezco a ti, pero eso no es cierto. Jamás seré como tú, nunca podré igualar la belleza de tus ojos apacibles o la suavidad con que tu frondosa barba blanca acariciaba mi rostro cuando buscabas sentir un poco de afecto. Abuelo, ¿por qué esperamos a que la vida golpee con fuerza? Siempre estuviste ahí, acompañándome, dándome tu apoyo para afrontar la vida. Fuiste el abogado de mis travesuras, cuando era niño, cómo olvidarlo; también recuerdo que, muchas veces, te declaraste culpable de los platos que quebraba en la cocina; y hasta utilizabas el dinero de tu jubilación para comprar los fluorescentes de la sala que me encargaba de destrozar, feliz, con mi pelota. Abuelo, ¿eres tú mi ángel guardián, verdad? Pero tuve que crecer y creer que la rebeldía era la solución para los dilemas de la adolescencia. Sin embargo, a pesar de mi mal comportamiento, de mi forma prepotente de contestar, siempre estabas ahí para defenderme. «Tranquilo, hijo, corrígelo sin golpes», recuerdo que le decías a mi papá, con tu voz suave, de líder, mientras te ponías frente a él para evitar que su correa marcara mis piernas. Abuelo, ¿me disculpas por ser tan rebelde? ¿Abuelo, recuerdas el día que el presidente decretó la cuarentena? Yo salté de felicidad al saber que tendría más días de vacaciones, pero tú te levantaste de tu sillón preferido, búscate con la mirada a tu hijo y a tu nuera, les sonreíste, y les dijiste que seguirías cuidando de ellos. Con eso lograste que mi mamá llorara y te abrazara como solo una hija lo sabe hacer. Eres único. ¿Abuelo, y recuerdas el día que el presidente declaró el toque de queda? Nunca me voy a olvidar cómo me puse, fui un completo idiota. Ese mismo día, a pesar de vivir en una de las ciudades más infectadas, aproveché que papá estaba trabajando de noche para escabullirme usando tu llave, abuelo, para fumarme un par de cigarros con los vagos de la cuadra, eso que juraban que jamás el virus llegaría a nuestro barrio porque éramos «los bravos». Me aconsejaste tantas veces que no saliera, que no me expusiera, que me cuidara para no enfermarme, y nunca te hice caso, jamás me importó tu opinión porque mi estúpido egocentrismo de mocoso pudo más que el amor que sentía por ti. ¿Y qué pasó? Te contagié, abuelo, maldita sea, yo llevé a la casa esa maldita enfermedad. Creí que era una simple gripe, pero fue algo peor. ¿Ahora de qué sirve? ¿De qué sirve lamentarse? Hoy no puedo ver a los ojos a mi papá ni a mi mamá, si les he arrebatado a su padre y los he infectado. ¿De qué sirvió que me quisieras tanto? Si te he fallado, si he sido yo quien te ha matado, abuelo. Por favor, Dios, perdóname. Perdóname, abuelo. Te quiero. Youtube: https://www.youtube.com/channel/UCLDg-lp1cUMyXmGC1eAqMbA Instagram: https://instagram.com/elobeliscodehades?igshid=11q1d4clanij2 Facebook: https://www.facebook.com/elobeliscodehades/ Twitter: https://twitter.com/ObeliscoDe?s=09 Fuente y autor: ©El obelisco de Hades. Fuente de la imagen: Pixabay
En pocos días hará escribirá PADRE y luego MADRE. Este tipo de textos, tan vacíos aunque quieran parecer lo contrario, no transmiten nada, se notan falsos, escritos sin sentimientos , solo queriendo expresar algo que no se siente porque incluso cuando se escribe ficción hay que sentir lo que se plasma en palabras.
Es cierto. Ha generalizado mucho de su historia, pretendiendo que trayendo emociones de lo que es más "popular" hoy, vuelva automáticamente intenso y emocional. Hubiera sido más interesante que hablase sobre una experiencia pasada de sonara más verídica, que esta historia demasiada inventada que carece de extasis o si quiera verdadera añoranza.